Radio en vivo

Quibdó ¿ Por qué el dolor duele distinto ? . Por: Lyanne Becerra

Hay días en los que cuesta respirar.
No por el calor ni por la lluvia espesa que cae sobre Quibdó,
sino por esa nube invisible que se posa sobre el pecho
cuando el silencio de una madre pesa más que cualquier grito,
cuando el rostro de un joven deja de moverse y nadie pregunta por qué.

No lo conocía.
Pero tenía la edad de mi hermano.
Y en esta ciudad eso basta para doler.
Porque cada vez que un joven deja de estar,
algo en nosotras también se apaga.
El cuerpo sigue, pero el alma se va llenando de vacíos
que ni el tiempo ni las palabras pueden ocupar.

Aquí ya no se llora a gritos.
Aquí se sobrevive callando,
se entierra en susurros,
se camina con miedo.
Los abrazos se han vuelto promesas de “cuídate mucho”,
los mensajes una forma desesperada de confirmar que aún se respira.

Y sin embargo, la vida sigue.
La gente sale, compra, trabaja.
El mundo gira, como si no faltaran cuerpos,
como si no faltara amor.
Y las autoridades, los discursos, las manos cruzadas.
Mientras tanto, el barrio se vacía de infancia y se llena de luto.

Yo no quiero vivir con este nudo en la garganta.
No quiero mirar a mi hermano cada mañana con la angustia de que no vuelva.
No quiero seguir acostumbrándome a lo inaceptable.
Pero aquí estamos,
intentando resistir
sin rompernos del todo.

No lo conocía.
No sé cómo se llamaba, ni qué soñaba,
ni si reía como mi hermano cuando se burla de mis regaños.
Pero tenía su edad.
Y eso fue suficiente para que el pecho se me apretara sin aviso.

En Quibdó esto pasa todos los días.
Cada calle guarda un nombre que ya no está,
cada barrio ha sido testigo de una ausencia.
Y sin embargo, hoy… hoy me duele distinto.
Y no sé si está bien decirlo, pero lo digo:
sí, hay dolores que duelen más que otros, aunque todos nos duelan.

No porque la vida valga más o menos.
No porque uno haya sido “el hijo del rico” y otro no.
Sino porque a veces el dolor encuentra un reflejo más cercano,
una herida abierta que no sabías que aún sangraba.
Y entonces lloras por uno,
pero también por todos los que no lloraste.
Por todos los que viste de lejos.
Por todos los que eran “otro más”.
Por todos los que, sin querer, dejaste pasar en silencio.

Hoy me sentí culpable.
Por dolerme tanto alguien que no conocí,
por dolerme menos otros que también importaban.
Y entendí que no se trata de jerarquizar el dolor,
sino de aprender a habitarlo.
Porque una muerte no borra a otra,
pero cada una deja su forma distinta de luto.

La violencia en Quibdó se ha vuelto un eco permanente.
Y cuando ese eco toca algo que amamos,
se vuelve grito, se vuelve llanto, se vuelve carta.

Yo no tengo todas las respuestas.
Solo sé que hoy me duele distinto.
Y si eso me ayuda a no seguir callando,
a no seguir normalizando,
a cuidar más a los míos,
a ver a los otros como propios,
entonces, quizá, este dolor no sea en vano.

Click Here
Click Here
Click Here
Click Here
Click Here
Click Here
Click Here
Click Here
Click Here
Click Here
Scroll al inicio