Fueron varios los pintores chocoanos que se destacaron en el curso de este siglo, por realizar importantes obras que plasmaron una imagen del Chocó que se ha ido trasformando con el paso de los años. A estos artistas talentosos que combinaron la pintura, la escultura y hasta la poesía al mismo tiempo, los dividiremos para efectos de esta investigación en clásicos y contemporáneos, entendiendo por clásicos aquellos cultores que iniciaron su trabajo durante la primera mitad del siglo XX y contemporáneos aquellos que surgieron después de la década de los 50 hasta nuestros días.
MAESTROS : JOSÉ LA O MORENO PALACIOS Escultor, pintor y poeta.
Nació en Cértegui, el 18 de diciembre de 1908, hijo de Alcibíades Moreno y Cecilia Palacios. En su pueblo natal cursó los primeros estudios con tal aprovechamiento que cuando ingresó al Colegio Carrasquilla, al segundo día de clase lo cambiaron de salón: del primero lo pasaron a segundo, junto con Tomás de Aquino Moreno. Y cuando terminó el bachillerato recibió otro galardón: La Intendencia del Chocó siendo Intendentes Jorge Valencia Lozano y Emiliano Rey en el año de 1933 le concedieron una beca para estudiar en la Escuela de Bellas Artes en Bogotá.[1]
Terminada la carrera artística, su intención era echar raíces en la capital de la República, pero se lió a puños con un decano negrero y racista, y resolvió mas bien regresar a su amado bosque chocoano (1935). Aquí fue profesor del Colegio Carrasquilla, y en la Carrera Tercera con el Callejón de las Águilas montó su taller de escultura. Cuando su brazo se cansaba de esculpir estatuas, tomaba los pinceles para pintar cuadros al óleo. Y cuando lo uno y lo otro lo saturaba, componía versos. En los primeros años de la década del 40, siendo Intendente del Chocó el doctor Dionisio Echeverry Ferrer fue contratado para prestar sus servicios en Obras Públicas como delineante de dibujo arquitectónico.
Años antes, en 1934, había contraído matrimonio en la parroquia de Chapinero de Bogotá, con la Joven Clara Rosa Londoño, de cuyo enlace resultaron los siguientes herederos: Xiomara, Alí, Arin, Cecilia, Aryabu, Arminda y Politnia.
En 1942, después de haber ejercido el cargo de tesorero municipal de Quibdó, viaja a Cartagena en donde permaneció casi el resto de su vida (1962).
Desdichadamente, la mayor parte de las obras del maestro José la O. Se han perdido. En Cértegui realizó una placa en mármol en honor del Intendente Jorge Valencia Lozano; en la iglesia del mismo pueblo se conservan dos cuadros al óleo: el de Nuestra Señora de la Candelaria y el del Corazón de María. Otros cuadros: Paisaje del lugar donde nació el novelista Arnoldo Palacios, Tríptico sobre el boga el minero y el agricultor, María Salomé, Carlos Arturo Caicedo Licona escribió: Mi generación jugueteó sobre dos soberbios leones que él modeló para el antiguo hospital de Quibdó, los cuales celaron durante años las escalinatas de acceso.
De su obra poética se conserva un folleto que tituló Mi Filón Romántico con 36 poesías inéditas y el poema “El corazón no manda”.
Chocó que suavemente te meces en tus mares,
Atlántico y Pacifico, que llevan y que traen
Las mágicas olas que aumentan mis pesares
Y llegan a tus costas donde rendidas caen.
Murió en Bogotá el 3 de octubre de 1962.
Su obra fue de un gran reconocimiento por parte de la crítica nacional, a raíz de la exposición en Bogotá con motivo de exposición territorial en la que participó y ante lo cual Isabel Rozo escribió en Bogotá, dic. 2 de 1933, él artículo “El Arte Chocoano”, que fue publicado en dic. 8/1933 por el Diario ABC donde no se limita en elogios para el talentoso artista negro.
EL ARTE CHOCOANO.
El arte es la complementación de la naturaleza. Un artista es un creador. Complementa por que contribuye a formar la armonía espiritual con el ritmo plástico etéreo en que cincela el ensueño presentarlo al lenguaje común en una obra viva de encelación y crea, por que de las entrañas del misterio idealiza para traducir en arte., expresión sensible espiritual de la naturaleza.
Y como un creador y como un complementador tenemos a José la O. Moreno joven en cuyo espíritu palpitan todas las grandezas de la tierra chocoana y de quien con orgullo podría decirse es de aquellos hombres que la naturaleza ofrece a una generación despreocupada para fundir así sus grandes facultades enseñándole en la escuela de la adversidad el lenguaje de las caricias del dolor y de las venganzas y es como decía una inmortal figura “ la democracia pide al ser supremo que le devuelva la canción de los derechos del hombre; y para mí aquel, le entrega a aquella un súper – hombre.
Y José la O. Moreno es uno en el campo artístico. Nunca ha admitido superioridad mental por el solo hecho de interioridad pecuniaria, ni el color de su piel ha sido para él, denigrante, criterios todos estos por los cuales unos profesores lo estiman al paso que otros intentan humillarlo. Sería bueno desterrar de nuestras cátedras el criterio de clase para implantar el de las ideas.
Tenemos para apreciar el gran genio artístico de José la O. Moreno, los cuadros que exhibió en el salón de
conferencias de la exposición Territorial, donde nos muestra claramente su gran genio artístico que a pesar de los escasos estudios es, si hablamos con justicia una obra en que se aúnan la filosofía y el arte en una euritmia radiosa. Fundemos la aserción. Para ello es necesario citar uno de sus muchos cuadros donde por solo el nombre se puede vislumbrar, aunque vagamente sus méritos. Tales son: “Un atardecer de mi Patria “, “la desesperación errante del destino” y muchos otros donde no hay que escoger.
Hemos hablado hasta aquí del genio artístico de José La O. Moreno resolvimos hablar tan sólo de sus afanes de carrera y de la correspondencia que ha tenido. Desde niño José La O., manifestó vocación a la pintura, ya en el segundo año hizo el retrato del doctor Diego Luis Córdoba, donde no hay que decir sino que es de una perfección acabada, lo mismo que su autorretrato dado los pocos estudios hechos y los trastornos de estos debido a su estrechez pecuniaria. Pero sin embargo ha adelantado y sus triunfos constituyen un reto para aquellos que lo esperan todo de manos invisibles, sin aportar su propio esfuerzo. Más de una vez ha pedido ayuda y no ha sido siquiera notado no se podrá decir que ha sido atendido.
Sería de una conveniencia colectiva que ayudara al joven artista para ir abandonando de una vez nuestra vanidad nacional, convenciéndonos de nuestro gran atraso y levantar patriotas para tener patria de la cual todos los días podamos estar más agradecidos.
En ello se funda el celo patrio. La grandeza de un pueblo no la constituyen sus edificios sino sus hombres.
[1] GRANDES DEL CHOCO: Efraín Gaitán Orejuela, Tomo II, Pag 633