Tipos y vista de una calle de Quibdó
A mediados del siglo XIX, cuando apenas habían trascurrido poco más de 30 años de la creación de la Gran Colombia, el incipiente estado nación seguía siendo un archipiélago cultural, económico e incluso político. No había una mirada totalizadora sobre el territorio que constituía esta nación, de ahí la pretensión del gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera cuando en 1849 contrató al ingeniero Agustín Codazzi para levantar la cartografía del país.
En 1850 Codazzi inició los trabajos de la denominada Comisión Corográfica, responsable de elaborar textos sobre la Geografía Física y Política, más 52 cartas de las provincias del país. Fueron nueve años en donde mas allá de una cartografía y la descripción de las características físicas y políticas se ahondó en la geografía cultural. Para ello se recurrió no sólo al levantamiento cartográfico, las descripciones o los inventarios sino a la ilustración y representación de los paisajes y tipos humanos de cada provincia mediante cuadros realizados por los acuarelistas ya fuera con sus propios bocetos o aguadas directas en los recorridos, o a partir de los cuadernos de campo. De esta manera se realizó por primera vez una caracterización de la sociedad granadina, en la que se mostró la diversidad y heterogeneidad. Si bien la clase dirigente construyó y construía un proyecto político excluyente, basado en la heredad hispánica del “vecino blanco”, las imágenes elaboradas le enrostro a la clase dirigente, muy a su pesar, un país heterogéneo, diverso y complejo en su composición etnocultural. De esta cartografía cultural fue responsable no sólo Codazzi sino cronistas como Manuel Ancizar y Santiago Pérez, y los pintores Carmelo Fernández –venezolano-, Henry Price –inglés- y el colombiano Manuel María Paz, natural de Almaguer, Cauca.
La Comisión Corográfica recorrió buena parte del Estado del Cauca entre 1853 y 1855 -provincias de Pasto, Túquerres, Barbacoas, Buenaventura, Cauca, Popayán y Chocó-. En el Chocó estuvieron el primer año, esto es, en 1853. Mientras Codazzi exploraba el Atrato desde Urabá a Quibdo, un grupo integrado por José Jerónimo Triana, Santiago Pérez y Manuel María Paz Paz entró por Ansermanuevo, siguiendo por el río Tamaña hasta Novita, luego hasta Quibdo. En Quibdó se reunieron para seguir hacia el San Juan por el Istmo de San Pablo, explorando también la región del Baudó.
Las doce acuarelas realizadas por Paz sobre la provincia del Chocó, son un pequeño compendio geográfico pues se refieren a sitios ubicados en las tres principales cuencas, a la vez regiones, chocoanas: el Atrato, el San Juan y el Baudó; dentro de las cuales da cuenta de los principales centros poblados y administrativos de entonces: Nóvita, Quibdó y Sipí (San Agustín), el pueblo de indios de Lloró e incluso de un poblado ya desaparecido, ubicado en el Atrato medio, pero de gran auge a mediados del siglo XIX como lo era Tebada, del cual también queda una acuarela en la obra del ingeniero Trautwine. Igual las obras referencian otros importantes sitios geográficos como Tamaná e Ingará.
Las vías de comunicación tienen un espacio al dar cuenta de la navegación fluvial –Atrato y San Juan-, y el inverosímil camino por la montaña de Tamaná hacia Ansermanuevo a lomo de carguero.
Las escenas urbanas en Sipí, Nóvita y Quibdó, muestran la precariedad de estas incipientes estructuras urbanas. Calles en tierra y una arquitectura vegetal predominante. Las casas sin excepción levantadas del piso, paredes de esterilla y techos de paja. Excepcionalmente, en este caso en Quibdó, un muro de tapia con un tejaroz de teja de barro. Se nota la diferencia en la tipología de la vivienda, pues mientras en Nóvita las calles tienen formas circulares, en Sipí y Quibdó son rectangulares, aunque difieren en tanto las del primer pueblo tienen corredores y las del segundo apenas son aleros.
Pero en esas mismas calles y espacios “urbanos”, la obra de Manuel María Paz, compone los tipos que configuraban la sociedad de la provincia del Chocó en ese entonces: los pocos blancos, los mestizos y mulatos, y la mayoritaria población negra. Pero, mientras los blancos son funcionarios públicos –alcalde y policia- y están en los quicios de la casa o pasean por los escenarios urbanos, los negros y negras son vendedores, lavanderas o pajes, y están en la calle o en el corredor de las casas. Hay una verdadera jerarquización social reflejada en la composición de los cuadros.
En la ruralidad estaba la población indígena y la negra, en la que son bogas y cargueros, con sus escasas vestimentas –parumas o guayucos- y sus elementales viviendas vegetales.
Esas imágenes reflejaban una provincia igual de diversa que el país, donde una minoritaria población criolla “blanca” controlaba la administración y la explotación minera; precisamente la “avidez de oro” era la única razón que encontraba Codazzi para que estos hombres de dirigieran allí a “conducir una vida de las mas miserables que se puede imaginar”. Una mayoritaria población negra –raza africana o etiópica-, donde los hombres apenas llevaban un saquito “donde esconden las partes vergonzosas y las mujeres una pequeña falda formada por dos pañuelos unidos que se amarran en la cintura y llegan más arriba de la rodilla”. La población indígena, dispersa o en pocos poblados, a su vez dividida en cuatro “dialectos”: “Darienes, Zitaraes, Noesnamos y Chocoes”. En síntesis, el Chocó reflejado en las acuarelas de Paz reflejan la diversidad étnica y jerarquización de su sociedad, la fragmentación y diferenciación, el distanciamiento silencioso y el aislamiento territorial de sus pobladores, entre si mismos y con respecto a la nación que se quería construir desde el centro
Tomado AHÍESTA PINTADO EL CHOCÓ, LA MIRADA DE AFUERA