No solamente fueron algunos habitantes o residentes de la Carrera 5.ª entre calles 27, 28, 29 y 30 y de la 29, entre carreras 4.ª y 5.ª, quienes con sus quejas me dieron los argumentos para escribir este artículo, con el fin de coadyuvar con sus denuncias, sino que también lo hicieron quienes residen en la Calle 31 con Carrera 3.ª, los de la Carrera 9.ª sobre la 26 o Alameda Reyes, hasta el Puente de Las Margaritas. Hace mucho tiempo lo hacían los residentes sobre la Carrera 1.ª frente al Malecón y diagonal a la Plaza de Mercado, quienes viven el mismo infierno hasta altas horas de la noche o en la madrugada, fines de semana y festivos, porque el ensordecedor sonido de los aparatos de música lastima la sensibilidad auditiva y no les deja conciliar el sueño, pero además, perturba la convivencia pacífica de los ciudadanos y en los mismos horarios obstaculizan el tránsito, porque utilizan calles y andenes como bahías para parqueadero de carros y motos, congestionando las vías públicas. Circunstancias que la viven igualmente, los residentes sobre la Carrera 7.ª entre calles 29 y 30, actividad perturbadora y nociva para la salud, que se extiende a muchos barrios residenciales, cuando los rumberos se desplazan a sus casas e instalan sus equipos y bafles a las afueras de sus respectivas propiedades, encienden los sonidos con demasiada intensidad con la consecuencial perturbación de la tranquilidad y sueño de los vecinos.
No puedo negar que, quienes me pusieron las quejas sobre la impertinencia de bares, griles, discotecas y ciudadanos que exceden los volúmenes de sus aparatos de sonido -Decibeles permitidos-, lo hicieron para coadyuvar las diferentes cartas o comunicaciones que han enviado a los alcaldes Martín y “Teddy”, a la Personería, a los distintos comandantes de Policía y a Codechocó para que, previo los procedimientos y aplicación de las normas vigentes: Código Nacional de Policía, Art. 66, Ley 99 de 1993, Art.13 Ley 768 de 2002, Resolución 627 de 2002 del Minambiente, se tomaran las medidas pertinentes en procura de la sana convivencia de sus residentes, sin que hasta la fecha se haya hecho absolutamente nada, ni en esta, ni en la pasada administración, pese a que durante la gestión de Martín, se compró el Sonómetro, que se exhibe en la foto con que se ilustra el presente escrito.
Mientras esto escribía, mi mente y memoria se desviaba a tiempos más agradables, en los que la vida de los vecinos era más tranquila y sosegada, transcurría sin afanes y se compartía sin temor al tráfico y a la molestias del bullicio de hoy, los únicos ruidos que perturbaban la tranquilidad de la noche de vez en cuando, a lo largo de la Carrera 5.ª, eran los ya comentados de “María Conchita” y de sus habituales clientes, sapeados en pleno púlpito de la Catedral por el Padre Antonio Angles, los bailes peseteros donde “Morí” entre 30 y 29, donde Salomón “Maramba” entre 27 y 28 , los de “Palanquero” y Luisa, saliendo a la 26 o Alameda Reyes; los muchachos jugábamos a la “Libertad” o “Policía y preso” en las noches, y en el día, hinchas o aficionados de Millonarios o Santafé, nos enfrentábamos jugando al Futbol, imitando a los “Bebilacuas” o al “Jet” Mosquera, a los Delio “Maravilla” Gamboa, Marino Klinger, Panzutto o Perazzo, cuando la única táctica era hacer goles, de los que se nos perdían las cuentas, y en determinados momentos, solo le decíamos al equipo contrario cada vez que se hacía un gol: “Nos deben cinco, seis o siete”, dependiendo de la ventaja acumulada; viniendo al recuerdo igualmente que la cancha con pórticos de piedra de no más de tres o cuatro pasos de ancho y de largo, abarcaba desde la casa -Inquilinato de “Machenta” la de las “Mal habladas”- y la de Gregorio Gamboa con la profesora Sol; y del otra lado, desde los “Corocitos”, mi tía Celmira, el vecino Feliciano “Chano”, y Elíseo Valencia; ahí mismo en el punto central de la rumba de fines de semana y días festivos, de cuya competencia ruidosa solo queda como testigo mi tía Celmira, quien a sus “ticincos” y con 80 años de vivir en la demarcada con el número 28-25, nadie la está sacando de ahí por estos días, quizás la parca, a quien ella con su maliciosa sonrisa vive sacándole el cuerpo.
Yo podría continuar escribiendo, evocando y recordando nombres del vecindario de La Quinta, de anécdotas y cuentos del pasado, desde donde Eladio Martínez o de Dasalud , hasta donde llegaba antes de abrir la cuadra de la 31 al Barrio Kennedy, pero alguien que sabe y a escrito sobre el Quibdó de antes, me sugirió que era mejor escribir una 2a. parte, porque el tema central del escrito, que es ayudar a que las autoridades municipales le presten atención a un problema que ha venido creciendo, y que no es de ahora, tanto que, compraron en la administración de Martín, un aparato para medir el sonido que tanto impacto viene causando en la salud de los habitantes de algunos lugares de Quibdó, lo que ha motivado las reiteradas quejas de ciudadanos afectados y de quienes abordaron a este columnista.
PDTA: Yo no falto a las honras fúnebres de quibdoseños , amigos y conocidos; en esta ocasión, acompañé a Telma Berrio a la Funeraria La Esperanza y durante la misa en la Capilla de Fátima, y una vez terminada, cuando me aprestaba a subirme a una moto del escolta, le tiré al pariente Cesar García Sánchez, la puya que no podía faltar: “Cesar, te fuiste para donde esos cordobistas y no te han dado nada, mira como estas de flaco”, y me respondió también en chiste: “La verdad es que no me han dado nada”. Es que son unos “come solos” como el de Istmina.
Atentamente,
Odín Sánchez Montes de Oca