Quibdó, 25 de Diciembre año 2023
Son las seis de la mañana. Anoche me acosté temprano, como siempre,
mientras en casa hijos, hermanas y sobrinos se quedaron hasta el amanecer
castigando el cuerpo solo por esperar un trozo de natilla y un plato de comida
a media noche, siguiendo viejas tradiciones. Poca es la gente que piensa por sí misma: la sociedad piensa por ellos y le indica las normas de conducta a
seguir. Generalmente actuamos automáticamente, como nos han programado y enseñado desde que nacemos, los señores y las entidades que manejan el mundo. Entonces ser capaz de pensar nos hace diferentes y somos mirados como un bicho raro.
Ya me duché, arreglé y me encuentro listo y fresco como una lechuga. Me
asomo al balcón de casa y observo el mundo trasnochado. Las calles repletas
de tapas y tarritos de cerveza vacíos y aplastados, palitos de pinchos, bolsas,
vasos y botellones plásticos pisoteados, sorbetes, papeles y toda clase de
basuras y desperdicios; borrachos tirados en las esquinas roncando sus
malos olores corporales y babeando licor. De los zaguanes se eleva,humeando y majestuoso, el insoportable olor a berrenchín de los orines humanos. Una que otra caquita de algún desesperado que no alcanzó a llegar a un inodoro. Medio mundo debe estar ahora así: ebrio, durmiendo aun y cansado. Los niños comienzan a despertarse contentos, trinando de alegría como los pajaritos, a ver lo que les trajo el “Niño Dios”. Pero saben bien que no es el Niño, ni es Dios; son sus padres. Esos cuentos infantiles y
antiguos ya ni los creen, ellos saben más que sus viejos.
En medio de tanto estropicio yo pienso, medito. Alisto mi norma de conducta
para el otro año que se avecina. Hay que analizar los problemas que tenemos
para no ser sorprendidos y evitar los fracasos. El triunfo jamás ha sido hijo de la suerte; esa señora bella y esquiva que muy pocas veces nos visita, el
triunfo es hijo de la inteligencia y la decisión acertada.
Pronto todo volverá a la normalidad: llega el año nuevo, se van las visitas y
quedamos solo los que somos con la misma pobreza, angustias y fracasos o
riqueza, alegrías y triunfos si nos lo hemos merecido. Para que el mundo nos
sonría debemos de ser previsivos. Maniobrar la barca de nuestra vida sin
imprevisiones y como el Gran Capitán: con mucha sabiduría y destreza para
no naufragar; dirigiendo nuestra nave con mano firme y diestra hacia puerto
seguro. Como sé esto, no dejo nada al azar; mi azar lo construyo yo y lo forjo
a mi manera y a la medida de mis intereses, dentro de lo que me es posible
realizar. No desperdicio mis energías, no canso mi cuerpo ni cierro mi mente
con efímeros momentos de fiestas pasajeras que embotan el cerebro,
destruyen el cuerpo y nos acortan los días hacia nuestro día final.
Algunos comienzan a despertarse solo ahora. ¿Cuanto les he sacado de
ventaja?
También observo que los paisas abrieron, todos, sus negocios a las ocho de la
mañana. Mis paisanos chocoanos aun duermen. Ya estoy listo para volver a
trabajar y … ¡fresco como una lechuga!
¡Y después dicen que es que tengo suerte!
Epifanio Álvarez Copete