Serían las 11: 30 tal vez del sábado 27 de los corrientes, cuando ingresé al puente aéreo en Bogotá, con el propósito de explicarle a los amigos de Satena, a quien me atendiera, de algo que no estaba bien; me atendieron pero no me dieron solución, y entonces, cuando pudieron enviarme como pasajero en un vuelo de las 12:00 que aún estaba en la rampla, pues me habían comprado en el vuelo directo Bogotá-Quibdó, decidieron, porque se les dio la gana, enviarme por Medellín, haciendo conexión hacia la capital chocoana a las 4:20. Había lluvia fuerte en Medellín por lo cual el avión debió sobre volar por los alrededores de esta ciudad y claro, llegamos tarde y entonces opera el cambio de horario para, en mi caso, la conexión con Quibdó.
Salimos a las 6:01 de la tarde rumbo al Aeropuerto El Caraño, volando entre nubes desde que despegamos; a medida que pasaban los minutos la nubosidad y la oscuridad producto de la noche que llegaba, eran mayor, pues en Quibdó llovía torrencialmente. De un momento a otro se escucha la voz del piloto anunciando mucha nubosidad, lo cual era evidente a pesar de la llegada de la noche, sumado a la gran noticia de turbulencia en la ruta, especialmente al momento de descender, “sin que ello coloque en riesgo la seguridad del vuelo”. Esas palabras del piloto se escuchan con suma atención y resignación total, pues la impotencia dentro de un vuelo es absoluta. El descenso se inició y nada se veía; la experiencia de tantos vuelos te va dando una clara idea de cuando las cosas van bien o no, desde el punto de vista climático. Comienza el periplo de 45 minutos sobrevolando la capital chocoana en total oscuridad por fuera y adentro del avión; detrás de mí, del mismo lado estaba sentada una señora que no conocía y ella, seguramente tan preocupada como todos los que veníamos en el vuelo, inicia con una serie de preguntas a este asustado pasajero, referente a lo que estaba aconteciendo; ella buscando el apoyo mío, cuando yo estaba necesitando apoyo. Surgieron preguntas de “se vé algo..?, está bajando el avión? está dando vuelta para dónde..?”; de pronto alguien detrás nuestro prendió el celular con volumen alto y varios miramos hacia donde venía el sonido, y aquella señora me pregunta “está lloviendo..?. Todas estas preguntas eran ignorando la evidencia y yo súper estresado dándole respuestas casi que monosilábicas, pues el tema de la falta de visión era de mucha preocupación.
Nuevamente el piloto hace sonar su voz anunciando que por la casi nula visibilidad, las lluvias y lo bajita que estaban las nubes en Quibdó, según le hicieron saber, debía retornar, como aeropuerto alterno, al José María Córdoba que sirve a Ríonegro; no bien dicho esto, la señora me pregunta que si íbamos para Ríonegro, a lo cual le respondo “sí señora”, cómo!!? contrapregunta ella, y yo le digo “vamos para Rionegro..! Al aterrizar en el José María Córdoba, ya relajado, le digo a alguien: “quedé purgado de montar en avión estos días” y la señora responde “vé..!yo sí soy una experta en estas cosas”; la miré y sonreí con una reflexión que me guardo.
ESTRESANTE VUELO“La Experta”Por Yesid Francisco Perea Mosquera
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