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EL REZAGO DE LA COSTA DEL PACIFICO COLOMBIANO. Por:AROLDO DE J. AMAYA CHAVERRA.

El notable subdesarrollo de la costa Pacífica colombiana, que contrasta marcadamente con niveles socioeconómicos de litorales similares en otras regiones del mundo y se traduce en un profundo rezago respecto del resto del país, constituye un fenómeno complejo y multifactorial. Se arraiga en una combinación de circunstancias geográficas, históricas, institucionales, la persistencia del conflicto armado y la deficiencia en la construcción de un verdadero liderazgo político regional.
Geográficamente, la cordillera Occidental se erige como una gran barrera natural de compleja superación, lo que dificulta y encarece la construcción de una infraestructura vía. Esta realidad agrava la precariedad de la red vial existente, lo cual perpetua el aislamiento económico y limita significativamente la integración de la región con mercados nacionales e internacionales, a pesar de contar con un puerto como el de la ciudad de Buenaventura en el Valle del Cauca, el más importante del país.
Las condiciones climáticas, afectan la productividad agropecuaria y causa deslizamientos e inundaciones que destruyen constantemente las pocas vías existentes. Circunstancia, que genera un fabuloso potencial de generación de energía, que no ha servido de nada, pues los grandes embalses energéticos se construyen en regiones donde no llueve razón por la cual constantemente, nos vemos amenazados por apagones y escases de fluido eléctrico.
Un solo embalse que se construya en cualquiera de nuestros caudalosos ríos, generaría suficiente energía para abastecer a América Latina.
Con pocas excepciones, como la de la subregión del Baudó en el Chocó, los suelos del Pacífico son altamente ácidos y no aptos para la agricultura, lo que limita la producción agrícola a gran escala. Esto ha llevado a que la actividad económica se concentre en prácticas ancestrales de subsistencia, como la minería, la pesca, la agricultura y la explotación maderera.
De igual manera, la región presenta algunos de los indicadores más altos de pobreza monetaria y multidimensional, así como una grave deficiencia en la cobertura de servicios públicos esenciales, como la educación, la salud y el saneamiento básico.
A este sombrío y desesperanzador panorama se suma la histórica debilidad institucional de la región, que se traduce en una gestión deficiente y limitada de los escasos recursos asignados desde el nivel central. Esta situación, agravada por una alta incidencia de corrupción, conlleva a una frecuente distracción de los recursos públicos, lo que impide avances significativos en el desarrollo regional.
En la región del Pacífico se encuentran los principales asentamientos de población afrocolombiana del país. Sin embargo, esto ha importado poco a un Estado históricamente racista, excluyente y discriminador, que ha preferido mirar hacia otro lado, invirtiendo escasamente en la región y perpetuando así profundas brechas de pobreza. Ninguna región del mundo ha logrado avanzar sin la intervención del Estado en la construcción de infraestructura. Prueba de ello son las grandes obras desarrolladas por el Imperio romano vías, viaductos, puentes y puertos que aún perduran hasta nuestros días.
Aunque los mayores escándalos de corrupción, que involucran el desvío de recursos públicos por sumas multimillonarias, no se han registrado en la región del Pacífico, el desarrollo en el interior del país es notablemente superior. Esto se debe, en gran medida, a una presencia estatal más activa y a mayores niveles de inversión pública. Casos emblemáticos como Dragacol, Reficar, Odebrecht, el carrusel de la contratación en Bogotá, Agro Ingreso Seguro (AIS) y la reciente crisis de la UNGRD, todos ocurridos fuera de cualquier departamento del Pacífico colombiano, evidencian la magnitud del problema. En consecuencia, la corrupción no es el único factor que explica el atraso en esta región.
Las enormes riquezas naturales de la región del Pacífico, junto con su estratégica posición geográfica, se han convertido paradójicamente en una de sus mayores amenazas. El Pacífico colombiano es hoy un corredor clave para el narcotráfico y la minería ilegal. El territorio se encuentra en manos de grupos delincuenciales de todas las layas, que se disputan violentamente las rutas del narcotráfico y el control de la producción ilegal de oro y platino. La presencia de estos actores armados ilegales ha generado una constante dinámica de violencia, desplazamientos forzados y crisis humanitaria, lo que obstaculiza gravemente cualquier posibilidad de desarrollo sostenible en la región.
Si bien es fundamental proteger las formas de producción económicas ancestrales por su valor cultural y etnoproductivo, muchas de estas actividades responden a una herencia profundamente extractivista como la minería aurífera y la explotación forestal que aportan poco valor agregado. Estas prácticas, en general, no generan encadenamientos productivos ni beneficios sostenibles para las comunidades locales.
El subdesarrollo de la región Pacifica es el resultado de una profunda Trampa de Pobreza Espacial, donde los significativos desafíos geográficos se ven agravados por la debilidad institucional, la corrupción, el abandono estatal y la persistencia de un conflicto armado alimentado por economías ilícitas. A pesar de su inmensa riqueza natural, cultural y su potencial como ventana de Colombia al mundo, no se ha logrado forjar un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible para el Pacifico colombiano.
Finalmente, para que el Pacífico colombiano logre superar los profundos rezagos históricos y avanzar hacia un desarrollo sostenible e inclusivo, es fundamental la consolidación de un liderazgo político sólido, representativo y comprometido con las realidades del territorio, este liderazgo debe surgir desde las propias comunidades, con una visión clara de transformación social, económica y ambiental, capaz de incidir en la agenda nacional y exigir la inversión estatal que históricamente ha sido negada. Solo a través de liderazgos legítimos, transparentes y con capacidad de gestión, será posible articular esfuerzos entre el Estado, la sociedad civil y el sector privado, y así jalonar procesos de desarrollo que respondan a las necesidades reales de la región y fortalezcan su autonomía.

AROLDO DE J. AMAYA CHAVERRA.

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