Sin el ruido mediático de la iniciativa promovida por el gobierno, se tramita en la actualidad otro referendo, de autonomía fiscal, impulsado por el señor gobernador de Antioquia y otros lideres regionales. Una especie de versión tropicalizada del “MAGA” del señor Trump.
Su objetivo es modificar el artículo 298 de la Constitución para que los impuestos generados en los departamentos permanezcan en sus territorios, fortaleciendo, dicen sus auspiciadores, la descentralización y la inversión regional.
Según la versión inicial de la propuesta, la pregunta que se haría a los colombianos sería la siguiente:
¿Está de acuerdo, sí o no, con que el artículo 298 de la Constitución, tenga el siguiente cambio?
“Solo los departamentos y el Distrito Capital podrán gravar la renta y el patrimonio de las personas naturales y jurídicas que allí residan. El recaudo de estos impuestos será de propiedad exclusiva de ellos en su conjunto. Su distribución se hará atendiendo los principios de coordinación, concurrencia, subsidiariedad, equidad social, solidaridad territorial, eficiencia y demás criterios que establezca la ley”.
Una profunda reflexión del escritor y pensador Chocoano Carlos Calderón Mosquera (1927-2012), anticipaba un cuestionamiento de fondo a las premisas de las cuales se nutre la propuesta de referendo:
“Para salvar y acrecentar la libertad, es preciso terminar con la pobreza, fruto de la injusticia. No hay otra solución. La integridad no se puede dar mientras unas pocas regiones, unas pocas personas, vivan en la opulencia y una gran mayoría viva en la miseria, en medio de grandes recursos”.
La de Calderón Mosquera es la voz de las regiones olvidadas, que demandan, exigen y necesitan sentirse colombianos. La de quienes llevan siglos padeciendo el despojo de sus recursos y saben que las riquezas que les han sido arrebatadas alimentan la opulencia de otros.
Las referencias a equidad social y solidaridad territorial con las cuales se adorna la propuesta son una burla al sentido común. La iniciativa de referendo de autonomía fiscal encarna la visión de los traficantes de emociones, de los rentistas del regionalismo mal entendido, de los egoístas que pretenden hacer con los recursos colectivos lo mismo que suelen hacer con sus riquezas personales: acumularlas sin medida. No parece posible crecer como país en medio de pretensiones de esa naturaleza, que atropellan cualquier sentido de solidaridad y de cooperación. El egoísmo elevado a causa noble, tal como hicieron en su momento quienes defendían la esclavitud, la segregación racial, la inquisición y barbaridades semejantes.
Dijo el señor Gobernador de Antioquia que el proyecto servirá para “no sufrir la venganza del gobernante de turno de la Casa de Nariño que con ánimo ideológico y vengativo nos quita lo que nos pertenece”. Su misma queja podría ser aducida, con mayor razón, y por mucho más tiempo, 500 años, por otras regiones y otros departamentos.
El “nos”mayestático del señor Rendón no está dirigido al pueblo en general, ni siquiera al antioqueño común, sino a las elites que representa, que llevan años diciendo, y sobre todo practicando, lo mismo. Todo les pertenece.
Este tipo de dirigencia explica por qué Colombia (y el mundo) son tan violentos. Quienes defienden políticas confiscatorias de ese tenor, suelen representar los intereses de una pequeña pero poderosa minoría. No hay que ser adivino para anticipar que la cultura del P Y G como principio supremo tarde o temprano colapsará por autofagia y se devorará a sí misma. Será cuestión de tiempo. Y de litros de sangre y lágrimas.
Si los recursos disponibles son limitados, su distribución tiene que consultar la realidad del país. La reducción de gastos, por supuesto necesaria, no resuelve problemas de fondo que surgen de la acumulación improductiva, la evasión de impuestos, la corrupción generalizada, entre otros males.
De una cosa se puede tener completa seguridad: De aprobarse semejante despropósito, ello no se va a traducir en superar las desigualdades o la inequidad. A lo sumo habrá más metros cúbicos de concreto, que es lo que estos fósiles entienden por progreso. Pero es evidente que impactará gravemente la calidad de vida de la media Colombia que no ha logrado siquiera un lugar en la dignidad.