La política pública más efectiva resulta ser el silencio; estas son reflejo de los ideales y anhelos de la sociedad que expresan los objetivos de bienestar colectivo y permiten entender hacia dónde se quiere orientar el desarrollo y cómo hacerlo, evidenciando lo que se pretende conseguir con la intervención pública y cómo se distribuyen las responsabilidades y recursos entre los actores sociales.
Desde nuestros primeros encuentros sociales, nos infunden el silencio como cual actividad se reviste de una extrema importancia frente a todas las inequidades que
observamos a nuestro alrededor porque solo así podríamos acceder a las llamadas “oportunidades” crecemos en ambientes cómplices de vulneraciones constantes a los derechos humanos, pero es nuestra normalidad “porque acá es así”
En nuestro país Colombia, la política pública más efectiva resulta ser el silencio; estas son reflejo de ideales y anhelos de la sociedad, expresan los objetivos de bienestar colectivo y permiten entender hacia dónde se quiere orientar el desarrollo y cómo hacerlo, evidenciando lo que se pretende conseguir con la intervención pública y cómo se distribuyen las responsabilidades y recursos entre los actores sociales.
La política del silencio está encubierta miedo o temor, un temor que nos impide ser, actuar o pensar. El temor ha sido siempre uno de los aliados más fieles del poder,
que intenta que la población viva inmersa en él. La creación artificial de atmósferas de miedo obliga a los ciudadanos a blindarse frente a los contextos sociales. Surge así lo que algunos han denominado la ideología del miedo, definido en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia como una “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”.
La ideología del miedo llega a través de sus transmisores, los “fabricantes de miedo “el miedo posibilita el compromiso con valores políticos como el imperio de la ley o la democracia liberal, son amenazas políticas a dichos valores los que se habrán de enfrentar.
Muchas personas consideran a gran parte de los miedos como no políticos, como si tuvieran poca relación con los problemas y las controversias que animan las discusiones y la práctica gubernamental.
Quizá sea un poco arriesgado, pero me atreví a realizar la siguiente imagem
Hemos cargado consciente e inconscientemente con décadas llenas de silencio por una razón sencilla “tenemos miedo”, miedo de decir lo que pensamos y que terminen arrebatándonos nuestro bien más preciado (la vida) creando así un efecto boomerang en las diferentes realidades que percibimos.
Nos han impuesto el temor porque nos educan y nos educaron para el silencio, suelo hablar de nuestro silencio como autor de las diferentes vulneraciones a derechos humanos.
El territorio colombiano ha sido blanco de la imposición del temor en todas sus facetas y esto ha contribuido y contribuye activamente a que estos fenómenos y vulneraciones a derechos fundamentales aumenten.
Vale la pena formularnos la siguiente pregunta:
¿Nos ha servido de algo o sirve de algo guardar silencio?
“La historia de nuestro país Colombia, ha estado marcada por escenas de desgobiernos, inequidades, sectorizaciones, discriminaciones, racismo, violencias, vulneraciones de derechos, omisiones e invisibilidad ante las cuales nuestros padres, abuelos, bisabuelos, etc., decidieron omitir y de cierta manera aceptarlas como normal por obvias razones “solo así podían garantizar que no se les arrebatara la vida.”
Referencias
Introducción a las políticas públicas Conceptos y herramientas desde la relación entre Estado y ciudadanía Conceptos y herramientas desde la relación entre Estado y ciudadanía Jaime torres-melo – Jairo santander
Palabras claves
Temor , miedo, silencio, vida , democracia, derechos