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CAMBIO DE CHIP PARA EL DESARROLLO: la necesidad de una nueva visión. Por: Yan Ramos


En muchas ocasiones le he dicho que, entre los “seis patrones culturales que los chocoanos deben cambiar para convertir las riquezas naturales y potencialidades en fortalezas reales de su departamento” que publicó la profesora Victoria Blanquised Rivera de la Universidad Luis Amigó de Medellín se encuentran “La cultura de lo mínimo y La cultura de la mentalidad cortoplacista”. Y estos aspectos son, de una otra forma, influyentes en nuestro poco desarrollo sostenible. Lo cual podemos evidenciar ahora con la llegada de los meses “BRE”, especialmente con diciembre, pues que además de ser un mes de mucha alegría, “marca una temporada festiva e importantes celebraciones culturales, religiosas y mundiales”.
Y desde luego, para nosotros los chocoanos mucho más. Pues, como me dijo un estimado profesor en la UTCH, “Diciembre para las familias chocoanas, especialmente las del campo, significa el mes que se recoge la cosecha de muchos productos agropecuarios que la gente usa para su autoconsumo y la comercialización de algunos pocos excedentes, lo que permite que en la familia haya algunos recursos económicos que se dedican a financiar algunas necesidades como el famoso “estreno” y los útiles escolares, entre otros. Por eso muchos campesinos no se preocupan en producir más, porque eso les permite su alegría en dicho mes”. De allí podemos decir que es una de nuestras grandes tradiciones que marcen nuestra idiosincrasia y costumbre: “esperar casi todo el año para estrenar una mecha”. Por eso, es difícil que cambiemos muchas de esas costumbres, que no permitan el cambio de visión más empresarial para contar con más recursos para nuestras N.B.I. y así, mitigar mucho de nuestros actuales problemas socioeconómicos.
Por ejemplo, observamos que, en otras regiones, tienen una visión más productora (y no es por el suelo “pobre en nutrientes” como nos han querido meter ese “embuchado” muchos “profesionales”) y mantiene un ritmo de producción sostenible y sostenida durante todo el año. Donde dejan para el autoconsumo y especialmente para la comercialización regional. Fruto de ellos son los modelos nacionales de producción del café en el Eje Cafetero, la panela en Villeta (Cundinamarca), la caña y la uva en el Valle del Cauca, la textilería en Don Matías (Antioquia), el turismo en Melgar (Tolima) o el bocadillo en Vélez (Santander), por citar solamente algunos ejemplos.
Por ejemplo, observamos que, en otras regiones, tienen una visión más productora (y no es por el suelo “pobre en nutrientes” como nos han querido meter ese “embuchado” muchos “profesionales”) y mantiene un ritmo de producción sostenible y sostenida durante todo el año. Donde dejan para el autoconsumo y especialmente para la comercialización regional. Fruto de ellos son los modelos nacionales de producción del café en el Eje Cafetero, la panela en Villeta (Cundinamarca), la caña y la uva en el Valle del Cauca, la textilería en Don Matías (Antioquia), el turismo en Melgar (Tolima) o el bocadillo en Vélez (Santander), por citar solamente algunos ejemplos.
El modelo del café, en términos prácticos, incluye que cada familia tenga su parcela (finca) y lo produzca en variables cantidades que sirven para el autoconsumo y para la venta a cooperativas locales o municipales; quienes a su vez venden la producción del municipio a una asociación departamental y éstos, a la organización nacional e internacional. Al respecto leí por allí, que “Desde hace varias décadas, la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia implementó un proceso de comercialización diseñado para garantizarle a todos los productores del país la compra de su café, al mayor precio posible y en el lugar más cercano a su finca. Existen en la actualidad 33 Cooperativas con 530 puntos de compra distribuidos en el territorio colombiano, las cuales son un instrumento fundamental para asegurarle al productor que siempre tendrá un comprador cerca a su finca dispuesto a pagarle en efectivo y a un precio de mercado justo. Después que cumple con los procesos al interior de las cooperativas, se transfiere a las trilladoras. Allí los granos se clasifican por tamaño, peso, densidad y color, se trillan transformándolo en café verde excelso tipo exportación y se almacenan para que puedan también segmentarse por tipos de café, de acuerdo a las exigencias de los diferentes clientes. Las trilladoras se encargan del transporte del café verde para exportar, desde sus bodegas y centros de trilla hasta los puertos colombianos de embarque, donde se envía a clientes a diferentes mercados en el mundo”.
Y otro modelo parecido es el de la caña panelera (caña de Azúcar) en Villeta, donde “los proveedores están involucrados en el negocio desde la siembra de la caña hasta la puesta del producto terminado al cliente final. Es decir, siembra, cosecha, corte, centros de acopio (bodegas amplias con su respectivo almacén), distribución, comercialización y tecnificación de la producción de la panela. En pocas palabras, la utilización de la materia prima cultivada por los mismos productores y las personas involucradas en el proceso, así como el nivel de productividad”.
Por ejemplo, hace poco conversada con una muy querida colega aquí en Quibdó y me mostraba el ““huerto casero” donde la mamá tiene muchas plantas medicinales, alimenticias, mágico-religiosas, etc. y que en pocos meses recoge algunas bolsas grandes y las comercializa en la Plaza de Mercado”, donde todos, de una u otra forma, compramos para los alimentos caseros o para la producción del viche como me explicaba una emprendedora que “en su mayoría los proveedores de los productos agropecuarios tradicionales de este lugar, son campesinos negros e indígenas de Munguidó (Quibdó), Boca de Amé y La Loma (Bojayá)”. Entonces, la señora sola recoge pocas bolas, pero si se recolecta lo del municipio o región, ya es notable y demuestra que el trabajo debe hacerse en comunidad, abajo unos principios de empresa privada claros y respetables.
Y así mismo, gracias a revisiones que constantemente hago a varios documentos locales, especialmente a los planes de desarrollo municipales, encontré que: para el Medio Baudó, los productos fuertes con el plátano y el arroz; Bajo Baudó, el producto clave es la pesca marina; para Istmina, quieren fortalecer el ecoturismo; Bahía Solano, la vainilla; Nuquí, la agricultura; Cértegui también nos hablan del ecoturismo; y Unión Panamericana, su yuca matajorgíto. Y así cada municipio tiene su producto sobresaliente. ¿Y entonces?, ¿Qué nos detiene? Debemos enfocar nuestra atención, gestión, recursos y demás a dicho producto. Que toda la comunidad se mueva, aporte y sienta que vive en torno a él. Es el motor y, por ende, toda la economía de dicha región es entorno a ese producto principal. Desde luego, sin descuidar los demás productos y/o sectores. Los cuales irían como “accesorios a él”. Lo que en ecología se llama “especie bandera, paragua o sobrilla”: “especies seleccionadas para tomar decisiones relacionadas con la conservación (gestión), porque protegiendo (aprovechando sosteniblemente) estas especies, se protegen (fortalecen) de forma indirecta (y directa) muchas otras especies (productos y sectores) que componen la comunidad (localidad) de su hábitat (economía)”.
Lo anterior muestra la importancia de asociarse, de trabajar unidos. Contar con una cooperativa, una asociación u organización que permita comercializar en conjunto. Algo que suena fácil, pero seguro para nosotros no lo es. Porque, a pesar que pregonamos mucho el trabajo comunitario, no somos muy buenos a la hora de trabajar y progresar unidos; se nota mucho individualismo e interés personal, así sea pasando por encima del otro. De allí los, para mí, no muy afortunados refranes muy usados en la región: “primero yo, segundo yo y tercero yo” y “a lo mío con la razón o sin ella”.
Todo este trabajo, desde luego, debe ir gestionado con inversión privada y apalancado con el apoyo estatal (ministerios, gobernación, alcaldías, etc.). Se debe hacer como en las etapas de formación del fútbol (prejunil, juvenil y mayores), es decir, ideas nacientes, emprendimientos posibles y emprendimientos avanzados (empresas incipientes); y así dirigir el apoyo en bazares, ferias, festivales y créditos condenables, etc. Pienso que particularmente a estos últimos se deberían gastar más energías (no significa que los otros no sean importan es, sino que “lo urgente…”), por ello definir unos criterios claros y logrables para seleccionar “empresas” de cada sector (artesanía, turismo, snack, bebidas refrescantes (jugos) y tradicionales (viches)) y apoyar para fortalecerles algún eslabón de la cadena productiva, especialmente los de transformación y comercialización. Pero que dicho apalancamiento no sea un “regalo”, sino una especie de crédito condonable; los cuales con el cumplimiento de unos indicadores claros (procesos fortalecidos, maquinarias implementadas, empleos generados, unidades comercializadas a nivel nacional e internacional, etc., etc.) pueda reducirse dicha deuda en un 25, 50, 75 o 100%.
En ese sentido, es sencillo, debemos cambiar el “chip” para el crecimiento, tener una visión más de progreso, de unidad, de avanzar en el aprovechamiento legal y sostenible de nuestros recursos naturales, como fuente de desarrollo sostenible para la región. Fortalecer, al menos, una cadena productiva que potencialícense la economía local a través de la “producción-transporte-transformación-comercialización” de un producto. Al menos intentarlo, fortalecer empresas incipientes que aprovechen el potencial y den muchos empleos para reducir N.B.I. y ocupar a la gente y mitigar inseguridad. Empresas que resalten el Desarrollo Local Endógeno (D.L.E.), es decir, el desarrollo en las cabeceras municipales con base a sus potencialidades sociobiodiversas (diversidad y riqueza de talentos y atributos sociales y naturales) con los productos, paisajes y/o procesos. Son estas pequeñas acciones que aumentan la esperanza de progreso, pero aplicando los postulados de “un renacer con acciones “posibles, medibles, cinegéticas y monitoreables”” y así complementar las palabras del maestro Diego Luís Córdoba y que con la educación se incluyan el emprendimiento y en la inversión público-privada: “Por la ignorancia se desciende a la servidumbre y por la educación se asciende a la libertad y a la generación de empresas de nuestras potencialidades sociobiodiversas que sirven para nuestro desarrollo sostenible y a la reducción de los negativos indicies de vida que tenemos en el Chocó”.
Por eso, como como dice la canción de Marc Anthony “Cambio de piel”: “Cómo me cambio de piel y cómo vuelvo a nacer… Cómo se puede romper el miedo eterno a caer”.

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