Recuerdos del Quibdó de Ayer. Por : Américo Murillo Londoño (Mis memorias)

Cra Primera de Quibdó años70
Foto Nereo López

Cada que vengo a Quibdó, desde el Municipio de Sabaneta-Antioquia donde me he residenciado temporalmente, apenas salgo a las calles hago una regresión, me trasporto a la época de mi niñez cuando las recorría solo o con mis amigos de infancia y súbitamente me embarga la nostalgia de ver como las cosas no son como antes, distan en grado sumo de lo que es el día a día de ahora.

Las calles eran destapadas cubiertas por arena y una especie de gravilla, que no era óbice para que en esas condiciones, las mujeres con un dominio perfecto transitaran por ellas entaconadas nada menos que con tacones Luis XV, que por ser de buen tamaño en la antigüedad denotaba riqueza y poderío. Uno observaba en la Carrera 1ª trozos de pavimento, en señal que años atrás hubo concreto en ella; tal vez por allá en los años 30.

Las construcciones en la citada carrera 1ª, salvo unas cuantas edificaciones todas eran de madera, de dos plantas, con balcones de barrotes torneados, las ventanas además de puertas también tenían por barrotes de palma de chonta. Había en la 1ª una construcción de tres niveles, en el primer piso estaba ubicado un almacén de los Bechara Banna, en el segundo piso a mano izquierda funcionaba la Secretaría de Educación Departamental, al costado derecho la emisora La voz del Chocó y en el tercer piso, la residencia del Gobernador.

Nuestros campesinos fueron siempre cuidadosos en cortar la madera en tiempo de luna, que garantizaba durabilidad y a prueba de plagas o bichos; porque además era exigencia de los carpinteros y/o constructores para utilizarla en las casas o edificaciones, como en la elaboración de muebles. Entre los constructores podemos mencionar entre otros a: Francisco Palacios Mena (Franciscón) Delfino Murillo, Tobías Cuesta y Plácido Cuesta.

Las casas en Quibdó eran confortables, con sus frentes en tablas y paredes interiores divisorias de palma, pañetadas con barro que dejaba la creciente del río en la orilla de los ríos, mezclado con boñiga de vaca; entre el piso de la casa y el cielo raso o cielo falso, podía oscilar una distancia entre 4½ a 5 metros de altura, con claraboyas cubiertas con anjeos metálico, que medían aproximadamente 60×40 Centímetros, de tal suerte que aire circulaba permitiendo buena ventilación, en las habitaciones se podía dormir arropado y con toldillo, sin imaginarse la utilización de ventiladores, que los conocíamos por las películas americanas de los años 40; las salas de las casas eran grandes, aptas para fiestas o bailes y algunas divididas con biombos.

Las casas casi todas tenían andenes en concreto y un alar amplio que permitía la movilidad en varias cuadras, sin llevar sol ni aguacero y si éste era fuerte el andén era el escampadero para quien no portaba sombrilla o paraguas; a propósito del aguacero, el profesor Crescenciano Valencia decía: “En Quibdó el que no compra paraguas, es porque se quiere mojar”

Vale anotar que por el tipo de construcciones de Quibdó, cuando se inició el levantamiento de planos y estudios para el acueducto de Quibdó en 1931, contempló la instalación de hidrantes que fueron ubicados estratégicamente en la población, con agua permanente las 24 horas del día, a efectos de conjurar incendios.

Soldados del Batallón Bombona

De otra parte y como quiera que Quibdó, sólo tenía dos canchas de futbol reglamentarias, la de la Normal de Varones y la del Bomboná, hoy, la parte posterior del cuartel de la Policía, los muchachos jugábamos en cualquier calle futbol, bolas (canicas) y trompos, no había carros, motos o bicicletas que nos lo impidieran o estorbaran. De las dos canchas de futbol, la principal e importante fue la de la Normal, donde todo el año había un campeonato y todos los domingos se celebraban partidos entre los distintos equipos de la época, como Carrasquilla, Normal, Municipal, Fenalco, Carreteras Nacionales “Carrenales, Independiente, Cariocas y la Escuela de Artes y Oficios “La Artesanal”. Cuando se inició la construcción del edificio 8 pisos, las obras estuvieron a cargo de una firma de Bogotá, MOGGIO, tenían también su equipo de futbol, conformado por los bogotanos que fuero a Quibdó y Chocoanos que laboraban en la dicha construcción. La firma MOGGIO, también construyó la edificación que en principio fue el Instituto Pedagógico Femenino (IPEF) más adelante se denominó Instituto Femeninao Integrado (IFI) y hoy día (IEFEMP)

Las estrellas del Futbol fueron por mencionar algunos: Los hermanos Víctor y Silvio Dueñas, Ramiro Garcés, Luis (Lucho) Cuesta, Nando Garcés, Delfino Mena, Joselín Murillo, Osvaldo Córdoba, Fulton López, Adelmo Herrera Bermeo, Jesús Lozano Asprilla y los arqueros Emiro Gonzales Paz, Senén Mosquera y Zoilo Perea.

Además de mis juegos de niño, cuando me fui medio avispando, me mandaban al mercado, a comprar mangos y mamoncillos que traían las lanchas de Cartagena, o el capachito de verduras, que su contenido era cebolla de mata, cilantro, albahaca y poleo, costaba una peseta, equivalente a una moneda de 10 centavos, allá vendían tomates, cebollas toda clase de frutas, pescado seco de río y mareño, animal de monte y carne de cerdo fresca, la carne de res se vendía en la Carnicería Chuchú, el carnicero se llamaba Lázaro, un paisa medio amargado, se sacrificaba un vaca diaria y el que quería comer carne buena, tenía que madrugar, sino le tocaba el “pellejo”, “condejé” o “peperrepe”; no había plaza de mercado como tal, sino una casona de 2 plantas, donde las ventas eran en el primer piso y en el segundo, funcionaba la Alcaldía  Mayor de Quibdó, hasta cuando el incendio la destruyó.

Pasaje Comercial de los Bechara.

Como nací y viví parte de mi infancia en los apartamentos de los hermanos Bechara Banna, que quedaban ubicados en la que es hoy la Calle 30, con Carrera 2ª, hoy frente al Parque Manuel Mosquera Garcés, Barrio Cristo Rey, tenía a mi disposición el Parque Infantil “Francisco Rojas Scarpetta” construido por la Policía Nacional, en tiempos que el Presidente de la República, era el General Gustavo Rojas Pinilla. El parque tenía deslizadores, balancines, columpios, un óvalo pavimentado como un pequeño velódromo para triciclos y bicicletas y había una piscina pequeña. A la inauguración del Parque Infantil vino a Quibdó procedente de Bogotá el Sargento Torres, Fundador de la Policía Infantil, quien nos enseñó cánticos y rondas, ¡Qué tiempos aquellos!.

En la época del verano, aprendí a nadar en el Río Atrato, precisamente en el Puerto Aéreo, y lo hacía con mis amigos vecinos, antes o después que acuatizaran y se marcharan los aviones anfibios que llegaban de Bogotá, con dos o tres vuelos semanales, que traían paletas, las más ricas que he probado, también venía en esos aviones, las revistas, el periódico el Tiempo, que fue censurado y clausurado, le cambiaron el nombre por “Intermedio” y lo editaban en la imprenta del diario El Espectador. Los pasajeros que se iban o llegaban en los vuelos, se presentaban siempre bien vestidos, con sus mejores prendas, los hombres como todos unos cachacos de saco y corbata y las mujeres elegantemente ataviadas; eso era motivo suficiente para ir al Puerto Aéreo, a observar a los viajeros.

Rene Orozco en su moto italiana marca Lambreta

Considero pertinente relatar de Quibdó, que las motocicletas eran contadas por allá en los años 50, no es como ahora, que hay centenares de ellas, que atravesar una calle es riesgo inminente de accidente. Recuerdo propietarios de motos, entre las cuales puedo citar a   William Bechara Mendoza, cuando era estudiante de bachillerato y hasta tuvo automóvil, comprado por su padre Antonio Bechara, de origen sirio; también tuvo una moto de marca Indian, el señor Ramón Couting Olier, quien posteriormente adquirió otra comprada a un sacerdote español de apellido Fernández, que posteriormente se la vendió a un teniente del ejército de apellido Casallas, que salía a pasear por las calles de Quibdó y le disparaba a cuanto perro le ladraba a su paso;  asimismo tuvo una moto el señor Calixto, un peluquero que vivía en el Barrio Roma detrás de la Catedral y su peluquería estaba ubicada al final de la carrera segunda, frente a la casa que era de Felinda Valencia Villa en el mismo Barrio, otro que tuvo motocicleta fue Antonio (Toño) Álvarez, sobrino del señor Epifanio Álvarez Caraballo;  quien vino a Quibdó procedente de Cartagena, para trabar con su tío en el negocio de abarrotes de su propiedad-

Los automotores, como las motocicletas en la década del 50, se podían contar; por ejemplo la volqueta de Luis Felipe Urrutia y la Chiva de Eusebio Valdés, eran de los años 40, también tuvo una camioneta Pickup el señor Oscar Couting Olier, la gobernación tenía un automóvil pequeño, Gabriel Meluk Aluma tenía un Jeep modelo 1948, los señores Ramón Couting Olier y Heraclio Sánchez también tenían  Jeep pero modelo 1951, uno delos propietarios de la firma La Confianza  el señor señor Mario Montero, ciudadano Cubano Americano, igualmente tenía una camioneta Pickup el Colegio Carrasquilla y la Escuela Normal para Varones tenía un Bus escolar, que inicialmente tuvo como conductor a Saúl “Vaca” Paz y posteriormente Baudilio Asprilla. Vale anotar, que los vehículos antes anotados sobre todo los particulares, salvo el de Luis Felipe y la Chiva de Eusebio, permanecían más estacionados que circulando, Esos carros particulares los veía uno, paseando los domingos; lo mismo que las motocicletas.

La bicicletas si bien eran más populares que los automotores, no eran muchas, habían unas especiales para damas, no tenían barra horizontal que les impidiera levantar la pierna, para montarse en ella. En la Carrera 3ª con Calle 24, anteriormente conocida como 4 esquinas hoy donde está la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos, había un señor de apellido Múnera, que tenía una agencia de alquiler de bicicletas y venta de repuesto para las mismas. Quienes no teníamos bicicleta, especialmente los domingos para pasear por el anillo de Quibdó, íbamos donde Múnera para alquilarlas por horas, que costaba $1(un) peso cada hora.

También recuerdo a William Hormaza Arrunátegui, fuel el primer Chocoano en tener una bicicleta profesional de carrera, esas bicicletas las había visto uno, en fotos de los periódicos, cuando mostraban a Ramón Hoyos Vallejo, el cinco veces campeón de la vuelta a Colombia. William Hormaza, viajó en la delegación del Chocó, a unos Juegos Deportivos Nacionales en Cali, para competir en ciclismo, en 1954, en Natación, nos representó Cerón Figueroa Villa; también fue una selección de Fútlbol los denominados por la prensa nacional “Los Cariocas del Pacifico”, de actuación sobresaliente; con anterioridad escribí sobre el particular en otra crónica. De la delegación Chocoana, sobreviven William Hormaza, y los futbolistas, Silvio Dueñas, Jesús Lozano Asprilla y Adelmo Herrera Bermeo, Coronel retirado de la Fuerza Aérea Colombiana y segundo piloto Chocoano de dicha fuerza, después de Álvaro Rey Zúñiga.

Carreras de Ciclismo en Quibdó años 70,Cosme Moreno el ganador

Es bueno recordar también a propósito de bicicletas, que a Quibdó en varias oportunidades se presentó un ciclista Antioqueño, que permanecía 3 días montado en la cicla dando vueltas al Parque Centenario, día y noche sin bajarse de ella, iniciaba un viernes y terminaba el domingo. Sólo tomaba líquidos y la población permanecía atenta vigilándolo, para que no hubiera trampa. Un amigo médico me explicó, que la resistencia de los 3 días, podía explicarse que sus bebida fueran azucaradas, para proporcionarle energía, la orina la eliminaba con el sudor y si el ciclista era de digestión lenta, no hacía del cuerpo en los 3 días,  ya que hay personas que pueden durar hasta 8 días sin que se le mueva el estómago.

P.D. No obstante al modernismo y los avances tecnológicos que disfrutan los niños y jóvenes en el Chocó de ahora, la que yo viví no la cambio por ninguna de otras generaciones, por eso perdurará en mi esa época sana, casi que inocente, donde no corría uno peligro en las calles ni de día ni de noche, donde todos no conocíamos así fuera de vista, existía el respeto hacia los mayores y a las autoridades, cuando nuestro maestros, eran unos verdaderos ejemplos de valores; era un Quibdó donde de uno se alarmaba si se presentaban dos decesos en la semana y el diagnóstico casi siempre era, muerto de repente, cuando nuestro maestros, eran unos verdaderos ejemplos de valores; por ello mi  gratitud y recuerdo imperecederos Dora María Milán Paz de Díaz, mi maestra de segundo año de primaria que aún vive, en Medellín, Arturo Domínguez mi maestro de tercero elemental y parte del cuarto año y Camilo Rentería Cuesta, del quinto de elemental, que viven en Bogotá.

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